Era una tarde común y corriente como a las 5:30pm en la que me despedí de mis amigas Atenayhs y Alejandra, mi trabajo como voluntaria de la revista ¿Cómo ves? había terminado por ese día. En el camino cerca de la entrada de la biblioteca del museo UNIVERSUM me encontré con Mario, mi amigo de la clase de los Clásicos en la Divulgación de la Ciencia, nos quedamos platicando como por una hora y media, poco a poco la tarde se tornaba más oscura y más fría, pero la charla tan amena hizo que nos quedáramos un rato más. Aline, otra amiga del Diplomado de Divulgación de la Ciencia, se nos unió, la plática se hizo más interesante y cuando menos nos dimos cuenta el cielo se había oscurecido totalmente, las estrellas brillaban con todo su esplendor y no había ninguna traza de nubes. Mario, Aline y yo nos estábamos despidiendo cuando en eso por la puerta del personal de UNIVERSUM salieron el Ing. José de la Herrán y el físico Héctor Domínguez, el ingeniero de la Herrán con una alegría que se le notaba en sus ojos dijo en voz alta –Vamos al observatorio para ver Venus, ¿Quién quiere venir? Inmediatamente los tres, como si fuéramos unos niños a los que les ofrecen un dulce, contestamos -¡Yo, yo quiero! Tal fue nuestra emoción que a Arturo Orta, quien acababa de acompañar a Julieta Fierro a su carro, también le dieron ganas de observar ese planeta que a simple vista se ve como si fuera una estrella brillante, la más brillante de todas. Yo no perdí tiempo y les hablé por teléfono a mis amigas Atenayhs y Alejandra para comunicarles tan maravillosa noticia, -Las espero en el observatorio que se encuentra en la casita de la ciencias, les dije, se escucharon muy emocionadas. Así comenzó nuestra aventura intergaláctica. Yo nunca había observado nada por un telescopio y no sabía qué esperar, lo primero que empecé a sentir fue que mi corazón empezaba a latir cada vez más rápido conforme pasábamos la fuente que está enfrente de la biblioteca, después al pasar por un camino con árboles a los lados me empecé a imaginar cómo se vería Venus, llegamos después al laberinto que está enfrente de la entrada de la casita de las ciencias y nos introducimos en ésta. Era como estar en una expedición en el que el tesoro más preciado era uno que no se podía tocar y que no representaba ningún valor material, pero que valía la pena observar. Dimos vuelta a la derecha en la primera puerta, subimos algunos escalones, al llegar al primer piso nos fuimos a la izquierda por un pasillo angosto y un letrero indicaba que a la derecha hacia arriba se encontraba “El Observatorio”, subimos unos escalones más, con cuidado de no pegarnos en la cabeza con una trabe que se encuentra en la pared de la izquierda. Cuando terminé de subir el último escalón me di cuenta que ahí estábamos, dentro de la bóveda que protege al telescopio tipo “Cassegrain”. Desde que llegué a UNIVERSUM hace como un año había visto esa bóveda por fuera, imaginándome cuántos objetos podrían observarse, cómo se verían, qué sentiría al verlos y ahora estaba a unos minutos de hacerlo, junto al telescopio de color negro que delicadamente el Ing. de la Herrán movía en dirección de Venus. -¿Quién pasa primero?, dijo el ingeniero. Y como se podrán imaginar la primera fui yo, no lo podía creer, estaba viendo Venus a través del telescopio y se veía tan grande, como una esfera blancuzca, pero el ingeniero nos explicaba que el telescopio sirve para captar la luz no para hacer más grandes los objetos. Todos aguardaban su turno para observar y exclamaban frases de felicidad al hacerlo, Atenayhs y Alejandra llegaron justo a tiempo para observar Venus, porque en ese momento el ingeniero de la Herrán se disponía a mover de nuevo el telescopio para enseñarnos de cerca la constelación de Orión, que está formada por un gran rectángulo en cuyo centro hay tres estrellas brillantes (comúnmente conocidas como los tres reyes magos). En el lado inferior izquierdo del rectángulo se encuentra la estrella más brillante, Betelgeuse, ligeramente de color rojizo. A diferencia de Venus, no se le ve como una esfera, sino como la vemos en el cielo a simple vista, solamente que con más detalle. Después vimos a Rigel, en el lado opuesto del rectángulo, es una estrella joven y de color azul. A las estrellas de los tres reyes magos se les conoce como el cinturón de Orión, ubicamos la que está en medio y de ahí salen otras tres estrellas más, formando una perpendicular, se le conoce como la espada de Orión. El ingeniero ajustó el telescopio de nuevo y lo que vimos fue un conjunto de cuatro estrellas rodeado como por una nube de polvo, era la nebulosa de Orión. No lo podíamos creer, ¡una nebulosa! se veía igual que en los libros de astronomía, pero era real, la veíamos y estaba a miles de kilómetros de nosotros, a todos nos dieron tantas ganas de seguir observándola que nos turnamos dos veces. El ingeniero de la Herrán nos explicaba que la nube alrededor de las estrellas era gas ionizado y que las cuatro estrellas formaban la figura de un trapecio. Una vez que terminamos de observarla movía la bóveda y el telescopio un poco más a la izquierda, y nos dijo –aquí viene la sorpresa de la noche. Arturo fue el primero en observar, su exclamación nos lo dijo todo, sin duda alguna era algo maravilloso. Yo seguí después de él, me acerqué al telescopio, puse mi ojo al lado del lente y ahí estaba, blanco, brillante y con sus anillos girando a su alrededor, ¡Era Saturno! Yo no pude hablar, me quedé pasmada de la emoción, escuchaba que mis amigos me decían, ¡Respira, respira!, no pude emitir palabra alguna, simplemente no podía creer lo que estaba viendo. Saturno, más hermoso de como siempre me lo había imaginado, no quería moverme, quería recordar cada detalle, pero tuve que hacerlo, mis amigos no podían perderse de tan maravillosa experiencia, cuando le tocó el turno a Alejandra, después de mí, no pude contenerme más, lloré, lloré mucho de la emoción y cada vez que alguien se asomaba a ver Saturno se estremecía o decía algo realmente emotivo. Así la expedición terminaba y cada uno nos llevamos un tesoro que valía más que cualquier cosa material, la alegría de observar las maravillas del espacio exterior.
Fuente original: Aventura Celeste. Adriana Elisa Espinosa. Revista ¿Cómo ves? Sección: Diario de un Museo. Dirección General de Divulgación de la Ciencia, Universidad Nacional Autónoma de México, México D.F. Año 6 No. 64, Marzo de 2004, 8p.
Este artículo apareció por primera vez en la revista de divulgación de la ciencia "¿Cómo ves?" en Marzo de 2004.
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